Esto es parte de un artículo de Teresa Cubas encontrado en Monografías.com que nos permite conocer de cerca, a una de las grandes pintoras contemporaneas. Conseguí en la web algunas de sus pinturas que ilsutran la entrevista:
Isabel Guerra.
Expone cada tres o cuatro años. En el año 2000, el Ayuntamiento de Zaragoza patrocinó en la Lonja una exposición retrospectiva de toda su obra, con ocasión de las Fiestas del Pilar. Por allí desfilaron cientos, miles de personas.
¿Quién fue capaz de movilizar a tanta gente con un mensaje de belleza?
Nombrada recientemente miembro de dos Reales Academias de Bellas Artes (1), es monja cisterciense, pero sobre todo –y eso es lo que nos convoca– es
Pintora de la Luz...
¿A qué edad empezó a pintar?
Con dedicación exclusiva, a los 12 años. Antes emborronaba cuartillas y dibujaba las cosas que normalmente pinta un niño aficionado; de ahí que cuando por mi cumpleaños me regalaron una caja de óleos, tuve un impacto terrible. Aquello fue muy importante para mí y al día siguiente me puse con un afán loco a intentar pintar el hermosísimo paisaje que se ve desde los balcones de la casa donde nací, que es nada menos que la sierra madrileña... El mismo fondo que tenía Velázquez en su estudio, y donde ponía los retratos de los reyes. En ese lugar privilegiado pude iniciar mi profesión, y mi vocación.
–Hemos seguido de cerca su obra y a través de los catálogos comprobamos que esta obra se enriquece también con su palabra (2), ¿se complementan palabra y pintura a la hora de comunicar amores y emociones?
La pintura no nace para ser explicada, es una forma de expresión completa en sí misma, y también la palabra. Ambas pueden correr unidas y paralelas, pero no son complementarias. La pintura no debe tener explicaciones, de hecho los textos de los catálogos no son una explicación como tal de las pinturas, sino una forma más de expresarme. El arte llega inmediatamente, y si no llega, es que allí falla algo.
–Los motivos concretos del encuadre, ¿surgen de su propia inspiración, o alguien se los sugiere?No, nadie me sugiere nada. A un pintor, son la vida y su entorno los que deben sugerirle su obra, y sobre todo su emoción ante las cosas que le rodean y ante su propia intimidad. En mi caso sería mi relación con la Belleza –con mayúscula– que debe ser permanente, puesto que soy una mujer consagrada. Mi búsqueda es búsqueda de la Belleza, de la Luz, y búsqueda de la Bondad, la Verdad y la Hermosura, con mayúsculas, de donde emana toda belleza entre nosotros.
–¿Por qué se asoma tímido el exterior a las obras de Isabel Guerra?Hay algunos cuadros que están en un paisaje abierto y otros que tienen una mezcla, que es un tanto irreal e imaginativa. No sé si es un asomarse tímido, o un no querer renunciar al aspecto de interioridad e intimidad que busco siempre. Ese aspecto de interioridad me interesa mucho, porque quisiera abrir camino a la gente, dar pistas de cómo encontrarse con uno mismo, con el propio yo; de lo que hoy en día muchos huyen, y no precisamente para su bien porque todo el que huye de sí mismo pierde la oportunidad de llegar a conseguir serenidad y coherencia, consigo y con los demás.
La aceptación de sí mismo la plasmo en esas miradas interiores que evocan una actitud reflexiva, incluso orante.
El hombre de hoy, lo sepa o no lo sepa, ¡claro que tiene sed y necesidad de paz, de serenidad, y de interiorización! La prueba es que son muchos los visitantes de la exposición que me comentan que esta pintura les da paz. Hay personas que lo agradecen de una forma mucho más efusiva, porque para ellos –según dicen– fue fundamental el impacto que sintieron al ver mis cuadros. Otros mantienen conmigo una relación permanente, me escriben y me comentan la evolución que han ido experimentando en su vida después de conocer mi obra.
Esto es lo más gratificante que le puede pasar a un pintor y es lo que verdaderamente da sentido a mi trabajo; y aunque no fuera más que por una persona, merecería la pena el esfuerzo de trabajar en lo que hago.
–
Pasamos a algo mucho más concreto, ¿cuántas horas dedica al día en el sagrado oficio de pintar?Nuestra vida y el horario monástico están muy organizados, pero cada día es nuevo y no siempre se hace lo mismo. Lo que ocurre es que yo suelo arañar muchos minutos al día, pues hay también tiempos libres que los dedico al trabajo. La pintura es muy exigente en cuanto a horarios y esfuerzo diario; la gente piensa que tiene que trabajarse cuando apetezca, o cuando se está inspirado, pero es todo lo contrario: la inspiración puede venir justo el día que menos apetece trabajar; a veces el día en que se está más cansado y uno cree que no va a hacer nada, es el día en el que más trabajo se resuelve y mejor queda. En esto hay que ser muy constante.
–¿Qué diferencia a un pintor de un artista? ¿Dónde está la línea que separa una simple pintura de una obra de arte?
Se puede hacer el cuadro perfecto y sin alma, igual que se puede tocar el piano magistralmente bien en cuanto a técnica, y no producir ninguna emoción en nadie; y al revés: se puede tener una técnica más deficiente pero tener una gran capacidad de transmitir sentimiento y emoción hasta llegar a arrancar lágrimas en los ojos de las personas que escuchan. Ésa sería la diferencia.
–Si entendemos el arte como expresión de la Belleza, ¿qué cree que piensa la gente de ese culto a lo feo que pone, por ejemplo, un ojo encima del otro?
A veces he escrito sobre ese culto a lo feo que vivimos hoy día. ¿Qué piensa la gente? Pues piensa de todo, somos muchísimos y en esto hay opiniones para todos los gustos, y además muy sorprendentes. Hay gente joven que aprecia la Belleza en sí misma considerada, pero es que no solamente está en las cosas bonitas, puede haberla en una escoba que tiene alma y esté bien iluminada. Lo bonito no es simplemente lo elegante.
–¿Diríamos que la Belleza está también en los ojos del que mira?
Un cuadro nunca está terminado cuando el pintor lo firma y lo deja en manos de alguien que lo cuelga en la pared de su casa, o en una galería de arte. El cuadro verdaderamente se completa con la mirada del espectador, y tendrá tantas lecturas y tantas formas de Belleza –o tantos desencuentros– como espectadores tenga. El cuadro siempre es algo que se termina entre dos: entre el pintor y quien contempla la obra, cuando percibe el mensaje. Ahí, en ese punto de encuentro, es donde se recrean verdaderamente Arte y Belleza.
–Se ha dicho que un arte sin mensaje es como un sobre vacío de carta, ¿no hay demasiados sobres vacíos hoy en día?A veces los pintores pueden correr el riesgo de trabajar en este oficio maravilloso de la pintura como en una profesión cualquiera, y hacer una serie de trabajos para cubrir su modo de vida, pero yo me atrevería a decir que esos pintores no son artistas. Si son artistas van a llenar ese sobre.
–¿Haría falta poseer una cierta mirada interior para posar en sus cuadros?
Hacemos pruebas, pero no todo el mundo sirve para estos temas, ése es el problema; no cualquier persona tiene actitudes. Se puede ser una persona excepcional y sin embargo no dar una imagen que nos hable de interiorización; una cosa es la imagen que nos sirve para dar el mensaje y otra es la realidad de las personas.
–A FIRMA
Mi firma es muy pequeña en los cuadros, pero es muy grande cuando firmo en los catálogos. En los cuadros en realidad sobraría; de hecho, cuando vamos a un museo y nos encontramos con un Greco, no necesitamos leer la firma, ¡lo vemos!, ¡es un Greco! La firma debe ser el halo, el todo del cuadro, lo que cada uno percibe inmediatamente en él. Pero hoy día la pide todo el mundo. Hay que ponerla, pero a mí me estorba, por eso procuro que no distraiga... Antes se me olvidaba siempre, pero ahora soy muy buena chica y la pongo en todos los cuadros.
(1) Isabel Guerra es Académica de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis y Académica Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo.
(2) Revista ESFINGE nº 36, Junio 2003, Isabel Guerra, la belleza de la luz. Mª Teresa Cubas.
(3) Isabel Guerra, Pintora A.M. Campoy. Ediciones Galería Sokoa. Madrid, 1992.
(4) Monasterio Cisterciense de Santa Lucía. Zaragoza.
María Teresa Cubas
editorial–na[arroba]arrakis.es
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