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jueves, 21 de febrero de 2008

La magia de Aranjuez

Aranjuez es un municipio de la Comunidad de Madrid. Constituye uno de los Reales Sitios de la otrora monarquía española. Esta villa es famosa por su Palacio Real y por haber servido de inspiración al compositor Joaquín Rodrigo para su Concierto de Aranjuez. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2001.
(Para llegar a Aranjuez se toma el tren en la estación de Atocha RENFE . El precio del boleto es de 3 euros y el ingreso al Palacio Real es de 6. Un almuerzo de comida típica en un agradable restaurante te cuesta entre 12 a 16 euros.)




El camino hacia Aranjuez

Las siluetas alargadas de los chopos y álamos y la dormida vegetación, me anuncia que estoy llegando a... Aranjuez.

Me bajo del tren, cómplice de mis pensamientos y tranquilas visiones. Una estación pulcramente cuidada, acogedora, contrasta con las figuras, al fondo, de los pasajeros anónimos perdiéndose entre la niebla. Romántica estación que evoca momentos dulces de otros tiempos gloriosos, de reyes y reinas, príncipes y princesas, damas, caballeros, duques, duquesas, condes, condesas...

Me adentro como sin querer, hay un imán que me atrae y me lleva por recónditas sendas de paz, belleza exuberante, días de gloria, de ocio, de grandes fiestas. Otoño caduco, ¡qué sabiduría encierras en esas hojas marchitas!; árboles pelados como estatuas inertes o en una procesión cambiante e inmóvil a la vez. Faunos, Cupido, Diana, Baco, Afrodita... evocaciones mitológicas incansables y reticentes a desaparecer en su historia interminable.

Me envuelve la niebla y me estremezco. Hay magia en el aire, imágenes fantasmagóricas, sueños etéreos... Y el río, quietud sublime, paz inmensa, esplendor fluido, apenas te puedo ver, te intuyo, remanso, caudal infinito de aguas cristalinas que mecen los juncos y ramas aún no lavadas del todo con una delicadeza y suavidad casi imperceptible.


¡Oh río!, fuente de vida, pureza y solemnidad. Reflejos diluidos, borrosos, verdes pardos, marrones tostados, grises, azules tenues, amarillos lechosos, negros-blancos, lujuriosamente bellos, completamente sanos.

Sigo- viajero cansado- caminando. Reposo y medito. Amo la naturaleza muerta: los seres inanimados, lo natural vivo, agua, fuego, humo, bosque, luz.

¡Ay, jardines del Palacio! ¡Ay, Casita del Labrador! En vuestras veredas quisiera siempre estar, caminar, perderme y no volver para no olvidar todo lo que he visto y sentido: tantas sensaciones y emociones que me han conquistado y atrapado en una red mágica. Quisiera quedarme aquí para disfrutar, tranquilo y sereno, vuestra belleza única y universal.

Las siluetas alargadas de los chopos y álamos y la dormida vegetación, me anuncia que estoy llegando a... Aranjuez.

Me bajo del tren, cómplice de mis pensamientos y tranquilas visiones. Una estación pulcramente cuidada, acogedora, contrasta con las figuras, al fondo, de los pasajeros anónimos perdiéndose entre la niebla. Romántica estación que evoca momentos dulces de otros tiempos gloriosos, de reyes y reinas, príncipes y princesas, damas, caballeros, duques, duquesas, condes, condesas...



Me adentro como sin querer, hay un imán que me atrae y me lleva por recónditas sendas de paz, belleza exuberante, días de gloria, de ocio, de grandes fiestas. Otoño caduco, ¡qué sabiduría encierras en esas hojas marchitas!; árboles pelados como estatuas inertes o en una procesión cambiante e inmóvil a la vez. Faunos, Cupido, Diana, Baco, Afrodita... evocaciones mitológicas incansables y reticentes a desaparecer en su historia interminable.

Me envuelve la niebla y me estremezco. Hay magia en el aire, imágenes fantasmagóricas, sueños etéreos... Y el río, quietud sublime, paz inmensa, esplendor fluido, apenas te puedo ver, te intuyo, remanso, caudal infinito de aguas cristalinas que mecen los juncos y ramas aún no lavadas del todo con una delicadeza y suavidad casi imperceptible.

¡Oh río!, fuente de vida, pureza y solemnidad. Reflejos diluidos, borrosos, verdes pardos, marrones tostados, grises, azules tenues, amarillos lechosos, negros-blancos, lujuriosamente bellos, completamente sanos.

Sigo- viajero cansado- caminando. Reposo y medito. Amo la naturaleza muerta: los seres inanimados, lo natural vivo, agua, fuego, humo, bosque, luz.

¡Ay, jardines del Palacio! ¡Ay, Casita del Labrador! En vuestras veredas quisiera siempre estar, caminar, perderme y no volver para no olvidar todo lo que he visto y sentido: tantas sensaciones y emociones que me han conquistado y atrapado en una red mágica. Quisiera quedarme aquí para disfrutar, tranquilo y sereno, vuestra belleza única y universal.

(Fragmento de Vitaliano de la Cruz en Pueblos de España)














Te perdiste en las notas del concierto de Aranjuez
Mientras paseabas en el laberinto de los faunos y ninfas
Y posabas tus pies en una alfombra de higueras de otoño
Entre los jardines de un palacio señorial
Princesa que llegaste de lejano lugar
Sin diadema, belleza ni juventud
Transfigurada frente a sus ojos:
Tu faz de cera marchita copió los colores del arcoiris
Y sus almas convertidas en aves azules
Volaron y se perdieron entre los árboles
(escrito por Dolores albatros)



Concierto de Aranjuez intepretado por Andre Rieu

1 comentario:

Jaime dijo...

Pernoctaré aquí, en la noche de mis deseos, dejándome guiar por la temblorosa tenasidad con que hiendes la misteriosa realidad

Un beso

J.

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